6 reflexiones clave para acelerar la transición energética
El Índice de Transición Energética (IET) del Foro Económico Mundial ha demostrado que el mundo ha avanzado de forma constante, aunque mesurada, en el camino hacia la transición energética durante la última década. El impulso hacia adelante es digno de celebrarse. Sin embargo, la urgencia de intervenciones transformadoras para mitigar el cambio climático se ha intensificado.
Una serie de choques sistémicos en los últimos tres años ha tenido un impacto agudo en los sistemas energéticos nacionales y regionales. La pandemia del COVID-19, seguida de una recuperación económica más rápida de lo esperado, provocó desequilibrios entre la oferta y la demanda de energía, que ahora se han visto agravados por la guerra en Ucrania. La volatilidad del mercado energético resultante ha elevado los precios de la energía, afectando gravemente tanto a los hogares como a las empresas.
A medida que nos acercamos a la reunión anual del Foro Económico Mundial de 2022 en Davos, nos gustaría compartir las reflexiones clave de este índice de edición especial sobre la transición energética para que los países y las empresas puedan navegar mejor su viaje de transición en tiempos turbulentos.
1. La transición energética no sigue el ritmo de la creciente urgencia de cambio.
La puntuación media mundial del índice ha mejorado de forma constante en la última década, pero el ritmo de avance es insuficiente para limitar el calentamiento a 1,5 °C para el 2050. Más recientemente, sucesivos acontecimientos perturbadores han dificultado aún más la transición. La demanda de combustibles fósiles está aumentando, los precios de la energía se han disparado y la seguridad energética ha pasado a ocupar un lugar prioritario en la agenda de muchos países.
Los tres imperativos del triángulo energético se ven afectados por fuertes vientos en su contra: la asequibilidad de la energía, la seguridad y el acceso a la misma y la sostenibilidad. La situación pone de manifiesto que la transición energética no es inmune a choques externos. Lo que se necesita ahora, más que nunca, es un enfoque holístico que cumpla simultáneamente con estos tres imperativos a un ritmo acelerado. Un enfoque unificado, ejecutado a gran velocidad, es fundamental para establecer una transición energética resiliente y capaz de alcanzar las ambiciones climáticas a largo plazo.
2. La falta de acceso a un suministro energético asequible se ha convertido en una amenaza clave para una transición energética justa.
A medida que los sistemas energéticos se reconfiguran hacia las bajas emisiones de carbono, los desequilibrios entre la oferta y la demanda de energía podrían convertirse en fenómenos recurrentes. Estos desequilibrios y los elevados precios de la energía que suelen acompañarlos afectan al acceso universal y a la asequibilidad de la energía para los consumidores y las industrias. En 2021, el número de personas sin acceso a la electricidad aumentó un 2%, alcanzando los 768 millones. Está claro que hay que volver a dar prioridad al acceso a la energía asequible. Pero esto tiene un costo. Lograr el acceso universal a la energía para el 2030 requeriría de inversiones de 20.000 millones de dólares anuales hasta 2030.
Mientras un número cada vez mayor de hogares, incluso en las economías avanzadas, luchan para satisfacer las necesidades básicas de calefacción y alumbrado a costos asequibles, se espera que el impacto sea más grave para los consumidores vulnerables y las pequeñas empresas. El aumento de los precios de la energía y del carbono pueden contribuir a las presiones inflacionarias, empeorando así la situación.
Por lo tanto, es necesario un cambio de paradigma para optimizar el consumo de energía mediante intervenciones en el comportamiento y tecnologías de la cuarta revolución industrial. También hay que tomar medidas para proteger a los más vulnerables mediante la transferencia de beneficios directos y medidas de apoyo. Una transición inclusiva y justa que garantice la equidad y la asequibilidad no exige menos.
3. La diversidad y la seguridad energéticas escasean.
El índice sugiere que la doble diversificación (de la fuente de suministro y de la combinación de suministros) es clave para reforzar la seguridad energética. A nivel mundial, 103 países pueden clasificarse como carentes de diversidad en el suministro de energía. Esto pone en riesgo su seguridad energética, especialmente cuando se enfrentan a fenómenos climáticos adversos, escasez de suministro o crisis geopolíticas.
La diversificación del ecosistema de socios importadores a corto plazo y la diversificación de la cartera de energía nacional con alternativas bajas en carbono a largo plazo han demostrado tener importantes beneficios para la seguridad energética de los países. Es probable que los países que se orienten hacia fuentes de energía nacionales más descarbonizadas sean más autosuficientes y menos dependientes del comercio mundial de energía. Esto es especialmente cierto si combinan sus esfuerzos de descarbonización con medidas de eficiencia que reduzcan la demanda global de energía.
4. Es necesario reforzar los marcos normativos para hacer frente al momento.
La normativa y las políticas que refuerzan y hacen avanzar la transición energética son esenciales. Actualmente, no todos los marcos normativos son lo suficientemente sólidos como para impulsar las acciones e inversiones necesarias. Anclar los compromisos climáticos en marcos jurídicamente vinculantes no sólo garantizaría que esos compromisos perduren en los ciclos políticos, sino que también proporcionaría mecanismos de cumplimiento para mantener en marcha los proyectos de aplicación a largo plazo.
Del mismo modo, la movilización de las inversiones necesarias procedentes de fuentes públicas y privadas requiere una estabilidad política e institucional, mecanismos adecuados de reducción del riesgo y una colaboración internacional eficaz para apoyar las necesidades de inversión de los países en desarrollo.
5. Exigir cambio significa cada vez más cambiar la demanda.
Lograr una transformación de la magnitud y la complejidad de la transición energética requiere políticas ambiciosas y a largo plazo, infraestructuras propicias e inversiones importantes. También exige cambios en los comportamientos de consumo de energía. Las intervenciones del lado de la oferta tendrán que ser complementadas con eficiencias del lado de la demanda para lograr los objetivos de la transición en el plazo requerido.
Las iniciativas de demanda de energía limpia que se escalen rápidamente incentivarían las inversiones en tecnologías y activos de producción de bajas emisiones y ayudarían a los países a forjar una camino impulsado por la demanda para reducir su dependencia de los hidrocarburos.
6. La descarbonización industrial requiere colaboraciones industriales.
La descarbonización de las industrias, que en conjunto representan el 30% de las emisiones antropogénicas totales, es fundamental para la transición energética mundial. Sin embargo, las empresas industriales se enfrentan a complejos retos que actúan como "puntos de estrangulamiento". Dado que los remedios rara vez se encuentran dentro de una sola empresa o incluso industria, son esenciales nuevas formas de colaboración entre múltiples partes interesadas para permitir un cambio de ambición y proporcionar un mayor enfoque en la reducción de emisiones.
Hay tres asociaciones arquetípicas que deben ser desarrolladas y reproducidas:
Colaboración entre clientes y proveedores (por ejemplo, acuerdos de compra de productos de bajas emisiones, redes de suministro circular, iniciativas de descarbonización conjunta de la cadena de valor, etc.).
Colaboración en la industria y los pares a través de la misma (por ejemplo, infraestructura de manejo de CO2, plantas de fabricación de bajas emisiones de carbono, intercambio de conocimientos para la descarbonización, etc.).
Colaboración entre un ecosistema más amplio de partes interesadas que incluya a los gobiernos, los responsables políticos, los financieros, los investigadores y las ONG (por ejemplo, normas de medición de emisiones, investigación integrada para las tecnologías de baja emisión de carbono, asociaciones público-privadas, etc.).
Fuente: World Economic Forum